Del viejo dogma, competitivo, fragmentado, exitista y dividido; al nuevo paradigma colaborativo, realizador, íntegro, conectado y relacionado.
Una nueva visión, incomprensible para los acostumbrados y obvia para los nuevos descubridores y las antiguas sabidurías.
Un modelo de cambio casi caótico, que requiere de valores esenciales como referencia, para mantener el equilibrio y transitar por un camino realmente evolutivo.
Según el viejo paradigma la economía está basada en el principio de linealidad: toma, usa y desperdicia. En el nuevo paradigma la economía será cíclica como la naturaleza: toma con agradecimiento, usa con moderación repón lo que has tomado y devuelve los restos a la tierra para que se conviertan en compost: sin desperdiciar, sin contaminar y sin agotar.
En el viejo paradigma el crecimiento económico se paga a cualquier precio. En el nuevo paradigma, el crecimiento de la economía no tiene ninguna importancia. Lo que importa es el crecimiento del bienestar y la felicidad.
En el viejo paradigma, el monocultivo va a la cabeza. Las cadenas comerciales ocupan las principales calles. Las mismas marcas, las mismas prendas, los mismos alimentos, los mismos restaurantes en todas partes. Una misma arquitectura se extiende por las ciudades de todo el mundo. En el nuevo paradigma la diversidad cultural y la biodiversidad es un factor central de las organizaciones sociales y de los asentamientos humanos.
En el viejo paradigma, las decisiones se toman desde la cúpula, como si las personas que están en ella conocieran mejor la situación que las que están por debajo. En el nuevo paradigma, el principio de subsidiariedad se respeta a conciencia. Se confía en las personas para que gestionen y manejen sus propios asuntos. Las organizaciones centrales se limitan a las cuestiones que requieren tomar decisiones centrales.