-Usted escribió el libro Un mundo de tres ceros (cero pobreza, cero desempleo, cero emisión neta de carbono). ¿Cómo propone llegar a esas metas?
-Propongo que empecemos a analizar las fallas del sistema. El capitalismo supone que todos tenemos que buscar un empleo. Eso es, otra vez, una mala interpretación del ser humano. Los seres humanos no son buscadores de empleo; son básicamente emprendedores. Pero andamos presentando solicitudes de empleo y no pensando como emprendedores. Y los políticos prometen que crearán empleos. Deberíamos actuar de otra manera: en las escuelas deberían enseñar que, al crecer, hay dos opciones: ser emprendedor o buscador de empleo. En Bangladesh creamos para los jóvenes desocupados un fondo de capital de riesgo para empresas sociales. Y les pedimos que traigan ideas de negocios para invertir en ellos.
-¿De dónde vienen los recursos?
-Nosotros teníamos algo de dinero, ganancias de una compañía que pusimos en ese fondo de capital de riesgo. Pero otros pueden hacerlo: los gobiernos pueden hacerlo. Muchos países dan subsidios para el bienestar social. Estamos desocupados y entonces el Estado nos paga. ¿Por qué no usan ese dinero para crear las condiciones para fundar una empresa? Hay que orientar a las instituciones, los bancos, a que presten dinero a los jóvenes que quieren crear sus emprendimientos. El sistema financiero es otro motivo de la concentración de la riqueza; funciona de tal modo que cuanto más dinero tiene alguien, más le dan. Y debería ser al revés. Necesitamos bancos para los pobres, y por eso apareció el microcrédito.
-Con su experiencia de más de 40 años, ¿qué efectos concretos evalúa que tienen las microfinanzas sobre la pobreza y la indigencia?
-Si usted necesita dinero y antes iba al usurero; yo le doy el dinero mucho más barato y usted lo toma. Así, usted tiene un negocio. Yo he visto cambiar completamente la vida de personas. El banco Grameen tiene 42 años y suma 9 millones de prestatarios. Al principio, las personas suelen pedir 20 dólares, 30 dólares; año tras año la cifra crece. Ahora hay quienes piden 5000, 10.000 dólares… Algo debe haber sucedido con esas personas. Yo lo veo todos los días. Y quien toma prestado tiene que tener una cuenta de ahorro. El año pasado llegó a haber alrededor de US$3000 millones en ahorros. Para las mujeres, todo cambió completamente. En Bangladesh, ellas solían estar siempre dentro de sus casas y ahora son muy abiertas, muy seguras y tienen dinero en su cuenta. Si alguien dice que no pasa nada, no está mirando el microcrédito, está mirando para otro lado.
-¿Cuál es el sentido del ahorro para los pobres en particular?
-El ahorro es algo asombroso, porque de la dependencia se llega gradualmente a la independencia. Alguien se siente fuerte sabiendo que tiene el dinero aunque no necesite usarlo, y eso cambia la actitud, cambia completamente la manera de mirar las cosas. Si alguien es vulnerable, si no tiene nada, se vuelve muy tembloroso, es sumiso y trata de conformar a los demás. Particularmente para las mujeres esto es muy importante. En Bangladesh, todo lo que posee la familia es del marido. Con el banco Grameen y por primera vez la mujer dice: ahora tengo dinero. A la cuenta de ahorro la opera con su firma y el marido no puede tocar el dinero. Si ella compra una vaca con un préstamo, nadie puede disputar la propiedad de la vaca, mientras que tradicionalmente el marido diría que si pertenece a la familia, es su propiedad. Esto es muy importante en un divorcio: antes las mujeres se volvían a la casa de sus padres sin nada. Ahora lo que compró con su dinero se va con ella. Es una completa transformación para las mujeres en Bangladesh.